sábado, 4 de diciembre de 2010

Una vida con principios

Somos coherentes cuando adoptamos una conducta acorde con las ideas o creencias que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida, a pesar de que, en ocasiones, se nos presenten situaciones donde actuar de este modo pueda ser difícil o incómodo.
Pero escucharnos a nosotros mismos, no significa ser impermeables. Todos podemos aprender de los otros, y estar abiertos al cambio, nos ayuda a evolucionar.
Debemos tener en cuenta que la coherencia hasta cierto punto es flexible, y que aprender a cambiar nuestras creencias, cuando haya pruebas suficientes para confirmar una postura contraria a la nuestra, es saber crecer. Ser coherentes no significa no escuchar. Por ello, tanto la prudencia como el tener un criterio bien formado, nos evitarán caer en la obstinación.
En ocasiones, vivimos en desacuerdo con nosotros mismos por miedo a perder la aprobación o el afecto de los demás, pero precisamente, el ser coherentes debería ser una cualidad deseada por los demás, en un amigo, familiar o compañero de trabajo.
En la vida hay que ser valientes y superar el miedo al rechazo. Además el malestar que nos generará realizar una conducta en desacuerdo con nuestras ideas acabará influyendo de forma negativa sobre nosotros.
En el ámbito laboral, en el que existen jerarquías y donde aparece el miedo al despido, es fácil traicionarnos a nosotros mismos, pero precisamente esa coherencia con nuestras ideas que puede parecernos en ocasiones arriesgada, es la que nos llevará a desempeñar con mayor eficacia y rigor nuestras funciones, así como a ganarnos el respeto de los demás. Mantenernos en nuestras ideas es una postura valiente en el ámbito laboral y un buen jefe debería valorar la integridad y coherencia de sus trabajadores, ya que es preferible tener a tu lado a una persona coherente con sus principios y que sepa defender su postura, que a alguien que se traicione a sí mismo o a los demás cuando le convenga.
En el entorno familiar, la coherencia tiene una connotación especial, debido a que las emociones ganan peso y los vínculos afectivos son mayores, lo que , en ocasiones, hace que nos desoigamos a nosotros mismos por temor a herir a nuestros seres queridos o a perder su afecto, pero si somos honestos con nosotros mismos, lo estaremos siendo también con nuestros seres queridos, cosa que nos agradecerán.
No obstante coherencia personal implica saber reconocer los errores y ser capaces de cambiar. Debemos considerar que en ocasiones se puede estar equivocado, de esta forma evitaremos caer en la obstinación o la soberbia. El acuerdo con nosotros mismos pasa indefectiblemente por ser también capaces de escuchar.

Marisa Hernández Torrijo
Artículo completo: Revista “Psychologies”. (Diciembre 2010).

viernes, 19 de noviembre de 2010

Drogas ¿Qué pueden hacer los padres?

Actualmente, el consumo de drogas entre adolescentes ha incrementado dramáticamente y los padres se encuentran, en muchas ocasiones, con la incertidumbre de cómo saber si su hijo, tiene un problema con las drogas y en su caso como ayudarle.
Sin duda, la prevención es la mejor ayuda que un hijo puede obtener por parte de sus padres, cuando el problema aún no ha aparecido.
La actitud que los padres adoptan frente al consumo de drogas, es muy importante, ya que si algún progenitor fuma marihuana o consume drogas, la probabilidad de que el hijo lo haga aumenta. También, es muy importante, que los padres dispongan de la información adecuada, tanto en lo que se refiere, a tipos de drogas que actualmente se consumen, como a consecuencias, teléfonos de información, etc…y que además, dicha información,  se la transmitan de forma adecuada al hijo. La comunicación entre padres e hijos es muy importante. Debemos saber escuchar a los hijos, mantener la calma y tratarlos con el mismo respeto que queremos para nosotros. El no hablar de drogas en casa, no evita que los hijos las consuman.
Hay algunos signos, que pueden ser motivo de sospecha de un consumo de drogas, por ejemplo; que nuestro hijo empiece a ir con amigos nuevos que no conocemos, que empiece a saltarse la hora de llegada a casa o no respete las normas, que huela a alcohol o marihuana, que cambie en sus hábitos de alimentación o sueño, que parezca cansado o confuso, que se ponga violento en casa o con terceras personas, que tenga cambios bruscos de estado de ánimo, que aparezcan en su cuarto objetos raros, como papel de fumar, bolsitas de papel o de plástico como las que cubren la cajetilla de tabaco, círculos de cristal, pipas, etc…También pueden faltar cosas de valor en casa o dinero de los monederos, puede que continuamente ofrezca excusas, argumente o mienta para que no sepamos donde va o con quien, que no se preocupe por su aspecto físico o que pierda el interés por cosas que antes si le interesaban.
Algunos de estos comportamientos, nos podrían llevar a tener claras sospechas de que efectivamente hay un consumo de drogas.
En tal caso, lo mejor es intentar hablar tranquilamente con el hijo, sin culpabilizar, evitando acusaciones  y de forma cálida. Hay que evitar frases del tipo; “porque lo digo yo”, “no quiero saber nada”, “a mí no me hables” o “a mí no me vengas luego”, ya que de esta forma, nos distanciaremos todavía más de ellos.
Debemos mostrar interés, transmitirle que los problemas que pueda tener pueden resolverse, y que estaremos siempre que nos necesite para ayudarle. Además, siempre que se pueda contactaremos con un profesional para que nos oriente.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Neurosis de angustia, crisis de ansiedad o ataques de pánico.

Pueden denominarse con alguno de estos nombres, aunque más coloquialmente y en general, la gente se refiere a ello como "ataque de ansiedad".
Clínicamente la angustia es miedo, aunque sin saber a qué y sin motivo aparente.
En la infancia, la angustia, al igual que el miedo, ante determinadas situaciones (la oscuridad, la soledad, lo desconocido, etc…), permite al individuo protegerse y apartarse de potenciales fuentes de peligro.
Como en todas las Neurosis,  una reacción que originalmente es normal y útil, (en este caso la angustia), puede desvirtuarse al aumentar tanto en intensidad como en frecuencia, convirtiéndose así, en un mecanismo que deja de ser provechoso pasando a convertirse en una fuente de sufrimiento. Si esta respuesta desproporcionada se hace crónica, estamos ante una neurosis de ansiedad, neurosis de angustia o como actualmente se denomina, trastorno de ansiedad generalizado.
El ataque de pánico, ataque de angustia o ataque de ansiedad, se manifiesta como una aparición repentina de intenso miedo, sin síntomas de aviso que prevengan al enfermo y que suele durar unos 10 minutos aproximadamente.
En algunas ocasiones también puede aparecer durante el sueño, despertando al enfermo con sus síntomas en toda su intensidad.
Dicha crisis, se vive por el paciente como una señal de muerte inminente, “noto que me voy a morir”, nos dicen, y por tanto se acompaña de los síntomas corporales vegetativos del pánico o de una persona que sabe que lo van a matar, pudiendo ser algunos: taquicardia, respiración acelerada, dificultad para hablar, diarrea, vómitos, temblor, reacciones en la circulación periférica como manos y pies fríos, sudoración y sensación de opresión en el pecho, que en ocasiones llega a ser dolor, haciendo creer al paciente que le está dando un infarto, y haciendo que ante este pánico incontrolado y ante la convicción de riesgo para su vida, busque de forma urgente un médico.
Provisionalmente, los medicamentos ansiolíticos (tranquilizantes), como “Orfidal”, pueden proporcionar un gran alivio, pero es un tipo de trastorno que debe tratarse en el psicólogo con una terapia adecuada, ya que la angustia, suele ser un reflejo de la sentida en algún momento de su vida por el impacto de algún trauma, y no desaparecerá por sí sola.


miércoles, 3 de noviembre de 2010

Dar malas noticias

A la hora de dar malas noticias, a nadie nos gusta hacer de mensajero, y es que generalmente no estamos lo suficientemente formados en comunicación y creemos que no tenemos las herramientas suficientes para dar este tipo de noticias. 
Sabemos que el hecho de no darlas de forma adecuada, puede generar un malestar añadido en quien recibe la noticia, y a esto hay que añadir, que generalmente la persona que recibe la mala noticia, suele proyectar su malestar sobre el mensajero descargando su rabia sobre éste, y lógicamente todo esto nos produce ansiedad y malestar, con lo cual evitamos este tipo de situaciones.
No obstante, siguiendo unas pequeñas pautas podemos hacer que se reduzca el impacto emocional en la persona que recibe la noticia.
Antes de nada nos aseguraremos de que nosotros somos la persona más adecuada para dar la mala noticia.
Una vez decidamos, que somos nosotros quien se la debamos dar, primero, prepararemos el entorno, evitando los pasillos con gente o las habitaciones compartidas. Además, evitaremos a su vez, en la medida de lo posible, darlas por la noche o por teléfono. También tendremos en cuenta, que este tipo de información no se puede dar con prisas, siendo nosotros mismos, una vez dada la mala noticia, el primer apoyo que reciba la persona que la ha recibido.
En segundo lugar, antes de dar nuestra información intentaremos informarnos de lo que sabe la otra persona, ya que si dispone de cierta información dolorosa no hace falta que se la repitamos nosotros, evitando así hurgar en la herida.
En tercer lugar, debemos también tener en cuenta qué debe saber y cuánto debe saber. Por ejemplo, una mujer debe saber que su marido ha muerto, pero no tiene por qué saber que le era infiel, al menos no ese mismo día.
Por último, en cuarto lugar,  daremos la información o la mala noticia siempre desde el respeto, de forma afectuosa, mirándole a los ojos e incluso teniendo contacto físico, como por ejemplo, cogiéndole de la mano. Lo haremos con frases claras y cortas, y sin olvidar que en algunas ocasiones el silencio también informa. Es decir, en muchas ocasiones, con un silencio estamos confirmando una información. Todo esto hará que al menos el primer impacto sobre la persona se reduzca considerablemente.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Un Organismo Coherente

En muchas ocasiones cuando hablamos con un fumador y le preguntamos; “¿Por qué fumas?”, las respuestas suelen ser de tipo; “Porque de algo hay que morir”, “ Porque la vida sino es muy sosa”, “Porque lo necesito para sobrellevar mi situación actual”, “Porque también puedo morir de accidente de coche”, etc…
De lo que no nos damos cuenta, muchas veces, es que muy pocos responden lo muy perjudicial que es para la salud, la mayor probabilidad que tienen los fumadores de padecer ciertas enfermedades, la enorme correlación que tiene el fumar con distintos tipos de cáncer, etc… ¿Por qué ocurre esto?.
Porque el organismo ante todo es coherente.
Cuando una persona realiza una conducta, siempre será coherente con su estado de ánimo y con los pensamientos que tiene en ese momento.
Los fumadores, por ejemplo, buscan la justificación a su conducta para reducir lo que en Psicología se llama “Disonancia cognitiva”, que es un malestar que experimenta el individuo cuando su conducta no coincide con sus ideas, valores o creencias..
Entonces, por la misma regla de tres, ¿Podemos cambiar nuestros pensamientos con nuestra conducta, para que exista tal coherencia?.
La respuesta es …SÍ.
Un ejemplo es que nos resultará muy difícil seguir enfadados, si mantenemos una sonrisa en la cara durante cierto tiempo. Es lo que se llama “Retroalimentación facial”, poner cara de felicidad puede hacer que uno se sienta mejor. La investigación ha demostrado que las expresiones faciales influyen en la experiencia emocional. Incluso, si actuamos como si tuvieramos otra personalidad, podemos acabar interiorizando esa conducta, añadirla a nuestra forma de comportarnos día a día  y acabar pensando de forma coherente a ella. ¿Cuántas veces hemos oído en el cine, que algún actor se metió demasiado en el papel?
Si queremos cambiar algo de nosotros mismos, está realmente en nosotros el poder y las herramientas para hacerlo, solo que en algunos casos, nos tienen que explicar cómo usarlas.

lunes, 25 de octubre de 2010

Vivir hoy, estrés, ansiedad y depresión.

Hoy en día vivimos en una sociedad que ha cambiado mucho en los últimos años, todo parece ocurrir mucho más deprisa, no nos conformamos con lo que tenemos, y aunque tengamos un buen nivel de vida, queremos más. Hay menos diferencia entre clases y eso nos hace poder competir más con el vecino, o intentar ser más que el supuesto amigo, y poder “fardar”, queremos unos hijos cuasiperfectos, una gran coche, una buena casa, varios pares de pantalones y zapatos a poder ser de firma, etc…todo por que sino nos sentimos inseguros o inferiores al resto.
Las mujeres, en concreto, han pasado de ocuparse del trabajo de la casa, y cuidar del marido y de los hijos, a tener además; una jornada laboral, a veces difícil de compatibilizar con los horarios de los más pequeños, clases en el gimnasio para tener una silueta perfecta, llevar a los niños a las mil clases de gimnasia, tenis, inglés, karate, etc… y cuidar además en algunos casos, de algún abuelo, y todo esto teniendo siempre un buen humor y una sonrisa perfecta para evitar que el marido se agobie.
Y todas estas obligaciones que poco a poco vamos dejando que se cuelen en nuestro día a día, sin darnos cuenta, se van convirtiendo en piedras que se meten en la mochila, siendo al final tan pesada que no podemos andar con ella.
Es entonces, cuando nos damos cuenta de que el Estrés, es decir, la sobrecarga, nos está haciendo mella y empezamos a sentirnos mal. Tenemos en ocasiones comprimido el pecho y nos cuesta respirar, nos dan mareos, estamos fatigados, nos dan taquicardias, tenemos dificultad para decidir, concentrarnos o pensar, aparece el miedo, la preocupación, etc….y generalmente, es en este punto, cuando alguien nos habla de la Ansiedad, que aunque no nos es desconocida la palabra, pensabamos que nunca llegaríamos a experimentarla realmente. Y es que es realmente aquí, cuando debemos de tener en cuenta, muy seriamente, que si continuamos con los mismos hábitos y el mismo ritmo de vida, y no damos importancia a estos síntomas, ni nos ponemos en manos de profesionales que nos ayuden a reorganizarnos, nuestro organismo que en ese momento nos está haciendo sonar la señal de alarma, pasará a derrumbarse.
Finalmente es entonces cuando aparece la depresión, ya no tenemos ganas de arreglarnos, ya no nos dan placer actividades que antes lo hacían,  nos cuesta mucho realizar cualquier actividad, no entendemos que nos está pasando y sentimos una tristeza desmedida.
El estrés, la ansiedad y la depresión, desde mi punto de vista, en ocasiones, son diferentes puntos de un mismo contínuo, y trabajando  desde los primeros síntomas en estos casos, nos evitaremos males mayores y quizás tratando desde un principio esas inseguridades o sentimientos de insatisfacción e inferioridad, nos haría vivir más felices. “No es más feliz el que más tiene, sino el que menos necesita”.

viernes, 22 de octubre de 2010

El Duelo

El duelo es una forma de reaccionar ante una pérdida. Freud distinguió entre el duelo normal y el duelo patológico, en el cual el afectado suele considerarse culpable de la pérdida. Por ejemplo, en muchas ocasiones, personas que han perdido a un ser querido debido a una grave enfermedad, se preguntan si hicieron todo lo posible para que éste se curara, como visitar a los médicos adecuados o marcharse a hospitales con mayores recursos, a veces, incluso en el extranjero.
El duelo supone un proceso de adaptación más o menos largo a la nueva situación.
La intensidad y duración del duelo depende de muchos factores:
Tipo de muerte (repentina o esperada), intensidad y características de la unión,  vínculo afectivo con el fallecido, edad, apoyo percibido, etc…
Podemos decir que hemos resuelto un duelo, cuando somos capaces de recordar al fallecido sin sentir dolor, cuando hemos aprendido a vivir sin él, ella, o ellos, y cuando podemos dejar a un lado el pasado, y vivir el presente con toda nuestra energía.
 Pero no siempre el duelo se pasa tras perder a un ser querido, como hemos dicho anteriormente, es una forma de reaccionar ante una pérdida, y ésta puede ser de tipo material, un trabajo,  o simplemente de alguien que ya no va a estar cerca nuestro. Por eso, también podemos pasar por el proceso del Duelo, tras una separación o un divorcio, así como por la pérdida de una casa. También en estos casos tenemos que adaptarnos a una nueva situación.

jueves, 21 de octubre de 2010

Psicosis y Neurosis

Muchas veces cuando se habla sobre la mente y sus patologías, oímos términos muy relacionados pero sin duda diferentes que nos pueden llevar a confusión. Es el caso de las Psicosis y las Neurosis, dos tipos de patologías diferentes que mucha gente tiende a confundir, por ello,  de forma muy esquemática intentaré diferenciar una de la otra.
Podemos decir que alguien tiene "Psicosis" o un trastorno de tipo psicótico, cuando tiene entre otros síntomas ideas delirantes o alucinaciones, además de no tener conciencia de que sean debidas a ninguna patología o anormalidad. Algunas psicosis son; la Esquizofrenia o el Trastorno Delirante.
Sin embargo en el caso de las "Neurosis", la persona es consciente de tener un problema o malestar. En contraposición al término psicosis, engloba trastornos del estado de ánimo y de la ansiedad. Estos últimos son los que mayor prevalencia tienen en la población.
En próximos días intentaré aportar más claridad a otros términos relacionados con la salud mental.

miércoles, 20 de octubre de 2010

¿ Qué es el miedo?

El miedo es una respuesta ancestral, la cual a nuestros antepasados les resultaba muy adaptativa, ya que por aquel entonces salir a cazar o simplemente buscar alimento significaba correr un gran riesgo, debido a que vivían rodeados de depredadores.
Hoy en día, el miedo nos sigue sirviendo en cierta medida como una sistema de seguridad para nuestro organismo, que nos permite no correr riesgo en ciertas situaciones.
¿Pero por qué con los años nos volvemos más miedosos?.
Cuando el ser humano va creciendo, va desarrollando nuevos miedos debido a la asociación que a lo largo de su vida va creando, entre algunos estímulos o situaciones vividas en el pasado y esa respuesta de miedo que en aquella situación o con esos estímulos, le hizo estar más alerta y obtener una mayor información del medio, pudiendo así salir airoso.
Además, a lo largo del tiempo el organismo debido a la enfermedad y a la vejez, se va debilitando y va perdiendo eficacia, por lo que este sistema de seguridad al cual hemos llamado "miedo", adquiere una mayor importancia, haciendo así que se tengan con los años mas respuestas de alerta y más miedos.