Al igual que muchas veces nuestro cuerpo enferma no por culpa de un virus sino porque nuestro sistema inmunológico es deficiente, nuestra psique no enferma por el estrés o eventos difíciles de manejar, sino porque nuestra personalidad no está bien conformada y porque hay una manera de procesar la información desadaptativa.
A lo largo de nuestra vida, vamos desarrollando esquemas
mentales que nos sirven para dar sentido e interpretar lo que sucede a nuestro
alrededor. Nuestra predisposición genética, el aprendizaje a través de las
experiencias o la transmisión de información, entre otras cosas, hacen que
vayamos acumulando esquemas mentales. Además, estos esquemas hacen que veamos
el mundo, a nosotros mismos y a los demás, de una determinada manera.
No son los hechos o las
palabras lo que nos duele, si no la INTERPRETACIÓN que nosotros hacemos de
ello.
Todo el mundo tiende a tener un estilo de personalidad. Unos
más emocionales, otros más rígidos. Unos más suspicaces, otros más miedosos,
etc. El problema no son los rasgos en sí de personalidad, sino cuando esos
rasgos son muy marcados e interfieren en mis relaciones sociales, mi trabajo,
mi relación con la familia, etc. Es cuando aparece la sintomatología, pudiendo
ser ansiedad, depresión, irritabilidad o estallidos de ira.
Cuando convivimos con una personalidad alterada, hay esquemas
desadaptativos, y si aparece un evento estresante, aparece la sintomatología. Pero
el problema no es el evento estresante, sino mis esquemas mentales. Es decir,
la manera en que yo interpreto las cosas, cómo las siento y cómo actúo.
En trastornos de ansiedad o del estado de ánimo, es
fundamental hacer un ESTUDIO DE PERSONALIDAD, según la edad del individuo, para
asegurarnos que no hay nada subyacente que pueda más adelante provocar
recaídas. El estudio de la personalidad, cobra mayor importancia a la hora de realizar un informe pericial para comprender su manera de ver el mundo y su comportamiento.