A lo largo del transcurso
de la vida nadie esta exento de sufrir preocupaciones, de hecho, las
preocupaciones son un intento de solucionar problemas reales de la vida
cotidiana. Es cierto, que en ocasiones, pueden dispararse y provocar ansiedad,
pero no por ello deja de ser una preocupación.
En cambio, las obsesiones
no pretenden solucionar ningún problema, sino que ellas mismas son el problema.
Generalmente, las
obsesiones suelen aparecer en la adolescencia o principio de la edad adulta,
aunque también hay algún caso en niños pequeños, y pertenecen al espectro de
los trastornos de ansiedad.
Es complicado que dichas
obsesiones desaparezcan, o que se resuelva el problema por si solo de forma
definitiva, sin un adecuado tratamiento psicológico. Además, la terapia
psicológica, en algunos casos, puede ir acompañada de tratamiento
farmacológico.
Es cierto, que algunas
personas tienen más vulnerabilidad para desarrollar obsesiones debido a sus
genes, pero acontecimientos vitales estresantes, situaciones negativas
mantenidas en el tiempo, el estrés del día a día, dependencias afectivas, o la
baja autoestima y la búsqueda de perfección, pueden hacer que aparezcan las
obsesiones.
Las obsesiones, son
pensamientos, impulsos o imágenes desagradables y/o absurdos, que asaltan
nuestra mente a pesar de nuestros intentos por deshacernos de ellos provocando
malestar.
En algunos casos, dichas
obsesiones van acompañadas de conductas que ayudan a reducir el grado de
malestar o la ansiedad cuando aparece la obsesión. En este caso, hablaríamos ya
de un trastorno obsesivo compulsivo o TOC. Pero aquí y ahora nos centraremos en
las obsesiones puras, es decir, sin compulsiones.
Las obsesiones o
pensamientos intrusos más frecuentes suelen estar relacionados con la
enfermedad, la suciedad y la contaminación, p.ej. ¿Tendré cáncer?, la agresión,
p.ej. ¿Y si le clavo el cuchillo a mi novio?, estar en peligro, p.ej. ¿Y si no
controlo mi cabeza y me tiro por la ventana?, o la sexualidad, p.ej. ¿Y si soy
homosexual?. Pero también pueden estar relacionados con algún asunto abstracto,
p.ej. Me vienen imágenes de mis órganos o del interior de mi cuerpo.
En estos casos es muy
importante realizar un adecuado diagnostico diferencial, para diferenciar entre
pensamientos intrusos dentro de un trastorno de ansiedad u otro tipo de
patología donde toman mayor importancia este tipo de pensamientos.
Pero, ¿Qué podemos hacer
si aparecen?
Lo primero es
tranquilizarnos, no pensar que “nos estamos volviendo locos”, informarnos para
desdramatizar la situación y ponernos en manos de un psicólogo.
Debemos de tener en
cuenta, que cuanto más intentemos no pensar en ello, más pensaremos. Al decirle
a nuestro cerebro que no piense en ello, ya le estamos dando importancia haciendo que se vuelvan más salientes.
Debemos intentar imaginar, que nuestros pensamientos son como maletas en una
cinta del aeropuerto, debemos dejarlos pasar y ya está, y por muy raros que sean
no darles mayor importancia, pensar que es algo que ocurre en este tipo de
problemas relacionados con la ansiedad.
Aumentando nuestra
ansiedad, solo conseguiremos que aumenten éstas.
Trabajar con un psicólogo
la ansiedad o cualquier otro factor o alteración de la personalidad que pueda
estar manteniendo el problema, técnicas distractoras o de relajación,
identificar errores de pensamiento y en general, un adecuado tratamiento
psicológico, pueden ayudarnos a deshacernos tanto de las obsesiones, como de
las compulsiones que en ocasiones pueden acompañar a dichas obsesiones.