Hace
tiempo que nuestra forma de relacionarnos ha cambiado. Se ha pasado del juego
en la calle, las charlas durante el paseo o el guateque, al whatsapp, los
mensajes o las conversaciones en las diferentes redes sociales.
Muchos
de los niños de hoy en día, corren para llegar a casa y conectarse. Ya no hay
mucho tiempo de relacionarse en el patio del recreo o la calle. Y aunque es
verdad, que puede esto aumentar la probabilidad de desarrollar un déficit de
habilidades sociales, también tiene su lado positivo, ya que además de ser una
buena forma de mantenerse en contacto, personas que ya tienen ese déficit de
habilidades sociales o timidez, lo tienen más fácil para soltarse e iniciar o
mantener conversaciones. Pero, ¿Qué ocurre cuando tenemos que relacionarnos
cara a cara?. El evitar o escapar de estas situaciones y no afrontarlas nos puede costar muy caro.
Iniciar,
mantener o finalizar conversaciones, vencer la timidez y los pensamientos
negativos que nos invaden en esos momentos, ser asertivos, conseguir que las
otras personas nos escuchen o tengan en cuenta nuestra opinión, pedir cambios
de comportamiento, manejas los silencios, la empatía, expresar y recibir
elogios o críticas, dar las gracias o disculparse, etc…por pequeñas cosas que parezcan,
son enormes retos para algunas personas que tienen déficit de habilidades
sociales.
En
ocasiones, la persona si que tiene las habilidades necesarias, pero no las
aplica adecuadamente: no discrimina en qué situación es pertinente una
conducta, (Déficit en discriminación) o no está motivado, (Déficit en
motivación).
Cuando
tenemos déficit de habilidades sociales, nos sentimos incapaces de afrontar
muchas situaciones, lo que nos puede limitar a veces en otras áreas de nuestra
vida. No saber interaccionar con los demás o no poner en marcha una habilidad
social determinada en un momento dado, puede llevar al usuario a tener
problemas de comportamiento, dificultades de integración, aislamiento social y
baja autoestima. Nos sentimos inseguros y sentimos ansiedad y malestar.
Por
ejemplo. Una persona que no sabe “decir no” o poco asertiva, terminará haciendo
algo que no le guste, con lo que esto le provocará enfado y
frustración, y con la repetición en el tiempo cambios en su carácter.
Hay
buenas y malas maneras de hablarle a la gente;
Mantener
contacto ocular. (80% del tiempo. aprox.).
Mantener
una distancia interpersonal adecuada. (50-125 cm. aprox.).
Tener
nuestro cuerpo alineado hacia la persona con la que hablamos con una postura de
acercamiento.
No
cruzar los brazos, ya que puede indicar una actitud defensiva o de rechazo.
Hablar
con un volumen de voz adecuado, ni muy bajo, ni muy alto.
No
usar en exceso palabras de relleno “sabes”, “me entiendes”… Hay que decir “me
explico” sino parece que le estamos llamando “tonto”.
No
irse por las ramas, ni hablar en exceso (máx. 1 min cada uno en una
conversación). Expresarse de forma clara, apoyándonos en ciertas ocasiones en gestos o
movimientos de las manos. La falta de vocabulario se trabaja mucho con la
lectura.
Cuidar
la apariencia personal y la higiene.
Todo
ello, entre otras cosas, pueden ayudarnos a relacionarnos mejor.
Hacer
un entrenamiento en habilidades sociales con un psicólogo, puede ayudarnos a
saber relacionarnos mejor, haciendo que nos sintamos más seguros, confiemos más
en nosotros mismos y aumente así nuestra autoestima. Además, dispondremos de una mayor red social y mayores oportunidades de aprendizaje.