El delirio
ocupa el lugar de honor en el concepto que habitualmente manejamos de locura.
Se tiende a confundir delirio con “locura”, es decir, tener delirios es igual a
estar “loco”.
Y es que los
profesionales nos hemos encontrado con el problema de la definición.
La palabra
delirio tiene su origen en el Latín, “Delirare” cuyo significado es salirse del
surco. ¿Pero quién traza ese surco?
Los delirios
pueden contener “verdades” o incluso “volverse verdades”.
La esposa de
un General Americano acusaba a la Casa Blanca de actividades ilegales.
Diagnosticada de sufrir algún tipo de psicopatología, tuvo que convivir con ello
hasta que se demostró que tenía razón. Caso Watergate.
Los delirios
celotípicos, a su vez, pueden acabar en una infidelidad, es decir, se pueden
“volver verdades”, el marido o la mujer ante el agobio de su pareja, acaba dejándola por otra.
Por algunas
cosas como las anteriormente descritas, los profesionales de la salud mental
tenemos que estudiar bien cada caso antes de diagnosticar a una persona de
algún tipo de trastorno delirante. Debemos preguntarnos; ¿Es una idea sobrevalorada o un delirio?.
Es cierto, que
algunas ideas delirantes ante su contenido fantástico, la absoluta convicción
del paciente o su imposibilidad para ser real, son fácilmente reconocidas y
diagnosticadas, pero… ¿Qué ocurre con el resto?
Vamos a aclarar conceptos. Algunas
características del delirio son; Convicción intensa, ausencia de apoyos
culturales, no es compartido por otros miembros, implausible, intenso malestar
y preocupación, inmodificable ya que el paciente se resiste a otras posibles
explicaciones y, a menudo, con contenido fantástico.
En el caso de
las ideas sobrevaloradas, éstas tienen cierto grado de plausibilidad y
comprensión. Además, el paciente no tiene esa convicción intensa como en el
delirio y son modificables ya que acepta
interpretaciones alternativas.
Por último,
comentar que se diferencian también de las obsesiones porque en el caso de
éstas últimas, el paciente las combate o lo intenta pudiendo haber en ocasiones
pulsiones para reducir el malestar que produce el pensamiento intruso.
Los delirios pueden aparecer en varios trastornos como depresiones severas y trastornos
afectivos mayores, trastornos de personalidad (esquizotipico, esquizoide y
paranoide), además de aparecer en enfermedades, abuso de drogas y uso de fármacos.
Una persona
delirante presenta problemas perceptivos que le ocasionan experiencias
anómalas, produciéndole perplejidad, lo que le lleva a una búsqueda de
explicación, y en donde como la experiencia es anormal, la explicación también
lo será, pero al tener una explicación, por extraña que sea, la persona
obtendrá cierto alivio que actúa de refuerzo de la explicación.
El
pensamiento delirante, no es en sí mismo aberrante. Los delirios pueden
considerarse teorías que imponen orden y significado y una teoría delirante no
se abandona hasta que el paciente tenga otra que explica mejor las experiencias
que está teniendo.
Seguro que si pensamos en nuestra historia personal, a más de uno le viene a la cabeza algún momento de su vida en el que tuvo una idea sobrevalorada que casi pudo rozar el delirio.
Por último solamente recordar; “No son todos los que están, ni están todos los que son.”